Las cortinas, ya sean elegantes o sencillas, siempre aportan un importante grado de intimidad al hogar, atenuando la entrada de la luz y siendo un importante elemento decorativo.
Un poco de historia
Hasta el siglo XVI las ventanas tenían una fución exclusivamente práctica, siendo su objetivo fundamental el de ventilar los hogares. A partir del siglo XVI, las ventanas comenzaron a ser decoradas.
El movimiento artístico «rococó», afianzado en Francia durante el reinado de Luis XV, incentivó el placer de la decoración, y comenzaron a producirse, especialmente en las fábricas de Lyon, sedas satinadas y terciopelos de diferentes diseños y colores.
A finales del siglo XVIII se impuso la que se denominó «moda imperio», caracterizada por las cortinas corredizas, largas hasta el suelo, que podían ser recogidas con abrazaderas y dispuestas en elegantes drapeados. En ocasiones, la cortina adquiría la forma de un corte de tela colgado artísticamente de la barra.
Esta sobreabundancia decorativa llegó a su fin en el siglo XX, con un gusto más sencillo y que vuelve a pretender un sentido más práctico de las ventanas y paredes.
Qué telas podemos utilizar
La gama de telas para las cortinas es muy amplia, pudiendo encontrar incluso adornos de encaje preparados para aplicar en los bordes superiores o sobre el riel de las mismas.
Si deseamos aportar a nuestras paredes y estancias una decoración más bien de estilo clásico deberemos utilizar encajes y organza estampada en colores tenues.
Las telas de color con flores, rayas o cuadros resultan muy apropiadas para las habitaciones juveniles o los locales y algergues de estilo rústico. Además, las telas de rayas con motivos florales son un importante elemento embellecedor que aporta un aire muy alegre a nuestras paredes y estancias. Los dibujos de flores grandes se suelen reservar para las estancias más amplias y especialmente con altos techos.