Aunque puedan resultar un elemento decorativo meramente trivial, los cojines, junto con otros objetos, son parte de nuestra identidad. Un solo cojín puede cambiar por completo el aspecto de una habitación, o incluso formar parte de un recuerdo. Por ello, escoger el cojín ideal es, además de una apuesta por el confort, una decisión fundamentalmente íntima.
El arte de la decoración
La decoración consiste en el arte de inundar de personalidad el espacio que ocupa un individuo. Más allá de su primer objetivo estético, la decoración bebe y debe beber directamente de una fuente inspiracional vinculada al ser humano y su espacio de confort. Desde el interiorismo enfocado a la reubicación atmosférica y decorativa de un lugar público, sea al aire libre o de interior, hasta la vertebración de todos los elementos que acercarán nuestro ecosistema de descanso a la palabra ‘hogar’. Cada detalle forma parte de un hermoso plan de simbiosis entre quien habita la habitación y la habitación misma. Y, por ello, dichos detalles deben ser cuidadosamente escogidos.
Los cojines, por ejemplo, cuya necesidad enfocada a la comodidad puede hacer que su aspecto parezca un asunto trivial, juegan un papel importantísimo. Tanto un sofá, una butaca o una cama se someten a un cambio verdaderamente drástico dependiendo de esta guinda del pastel decorativo. Con infinitas opciones de confección y materiales, decorar con cojines con foto es una manera de hacer de bañar este elemento de mucha más identidad. Las posibilidades van más allá de un retrato, encontrando en ello opciones florales, paisajísticas e incluso textuales. Todo depende de la intencionalidad del individuo para con su bunker de confort.
Es perfectamente natural establecer un vínculo con todo cuanto, de primera mano, nos rodea. Especialmente, en los momentos que el hogar aúna, donde la mente se libera del frenesí diario y laboral para hallar la armoniosa paz que nos conecta con la reflexión y el pensamiento. Tanto un pequeño cactus, como un cojín, pueden ser objetos cuya arbitrariedad no exista en absoluto, sino que sean fruto de una elección largamente sopesada y que encontrará de cometido embellecer estética y emocionalmente una casa.
El cojín: Un sinfín de posibilidades
A favor de las imágenes que nos conectan con el sentimiento atávico de pertenecer a un lugar familiar, cabe decir que un cojín otorga coherencia y presencia a la superficie donde se apoya. Existiendo en diferentes estilos, que van des del diseño más minimalista y pulcro, pasando por un estallido de estampaciones primaverales y hasta una apariencia clásica, cada cojín cuenta una historia. Un cojín a rayas sutilmente azules y blancas puede redirigirnos hacia la experiencia de un océano amplio y cristalino. Del mismo modo, un cojín con un estampado de corte clásico es capaz de aportar cierto aire de magnificencia y sobriedad a un espacio.
Tanto si se combinan con el material que abraza un sofá, o con el lienzo onírico que recubre nuestras sábanas, la frondosidad o la aspereza de un cojín es también una puerta a la personalidad de quien lo ha acogido. Algunos cojines, confeccionados con materiales más duros, aseguran una buena resistencia al paso del tiempo y del uso. Sin embargo, una opción más mullida, aunque pueda ser delicada, son también una bonita elección para aquellas zonas de nuestro hogar donde servirán de plus de comodidad. Sin olvidar la tendencia, curiosamente compartida, de abrazar un cojín cuando uno se sienta en un sofá en señal de protección y de confort.
Cuanto a los cojines más sobrios, la elección del color es un asunto bastante peliagudo. Por una parte, los colores claros son susceptibles a la suciedad, aunque un cojín blanco o crema pueda resaltar delicadamente el cuero marrón de un sillón. Por otra parte, optar por un color idéntico al del lugar donde se emplazará el cojín, confiere también una apariencia de conjunción de elementos cuya armonía cromática disimula el mobiliario y lo sumerge en el equilibrio. Siendo también una posibilidad admitir una marca distintiva como lo podría ser un relieve, grueso o fino, recorriendo en cenefa el cojín. Recordando que la decoración interfiere profundamente en nuestra estabilidad en el hogar.
El templo de la armonía
El lugar donde vivimos es mucho más que un espacio de pernoctación o de paso. Es entre esas paredes donde debe tomar lugar el descanso, pero también muchas otras emociones relevantes en la vida del ser humano. Un lugar de compartición y de felicidad, de reposo y de ensueño, que cumpla con todo cuanto se espera de un cobijo. La cromoterapia, por ejemplo, se basa en el poder que el color ejerce sobre nuestra psicología para redirigir nuestro bienestar hacia el placer que vibra en el hogar. Del mismo modo, el feng shui consiste en reorganizar el espacio para encender su influencia energética y vital.
En este marco de aportación intangible, un cojín es para un hogar mucho más que un complemento. Es una reafirmación identitaria, una estrategia decorativa y una apelación al gusto indiscutible de cada individuo sobre su espacio personal. Asimismo, un elemento que nos acompaña y muta a través del tiempo, pero que siempre mantiene en sí la esencia de la primera elección. En ese sentido, es frecuente encontrar en las habitaciones de los más jóvenes cojines divertidos, con estampados fotográficos risueños e incluso textos atrevidos o humorísticos. Cojines que, más adelante, serán substituidos por la actitud moderadora de la edad sin comprometer su sentido personal.
Por lo que se refiere a fotografías, es también preciso hallar una confección que funda completamente la foto con el material, sin texturas similares al plástico tintado, y que combinen acertadamente con el resto de la decoración. El estilo ya es una cuestión que compete estrechamente a quien se encargue de la decoración, sean un interiorista o los mismos huéspedes del hogar. Porque no hay nada más placentero que, al llegar a casa tras un largo día, abrazar la materialización de la paz, el sentido y la personalidad con un cojín entre los brazos y la mente puesta en el descanso.