Por favor, nada de colores en la cocina. Ya los hay en abundancia: tomates rojos, pepinos verdes, panecillos dorados, pan moreno, hierbas verde pálido, yemas amarillas, harina blanca como la nieve, zanahorias anaranjadas, berenjenas moradas, hinojo verde…
En la cocina predominan los colores de los materiales: la corteza de pan, la piel del asado, el dorado de los fritos. Están permitidos, desde luego, los colores de los materiales de los objetos y utensilios, aunque no los colores vivos de ciertas cacerolas. Aún hoy están en boga los colores de pinturas y esmaltes, pero quien tienen afición por la cocina, y esto significa afición por el uso de los alimentos que se cocinan; quien tiene sentido para los colores y sabe apreciar el color de un huevo o de la mantequilla, ya tengan colores naturales o químicos, no soporta una cocina pintada de colores vivos. Estos colores entran en competencia con todo lo que acontece en ella: oscurecerse, empalidecer, tostarse o asarse algo. Mezclar los ingredientes de una ensalada se convierte en un acto de autoafirmación frente a la competencia de los colores de paredes o puertas.
Fuente: pinto mi casa