Cena y religión

Soy católica y cuando a la una del mediodía, el domingo, acaba la misa, mi alma está purificada y el deseo por pecar cesa aunque nunca logro vencer al hambre. No soy de las que va a la iglesia todos los días, ni cada semana, ni siquiera cada mes, soy de las que va cada vez que hace falta y en las fechas que dicta el corazón y la conciencia. Siento que si voy a misa es porque necesito acercarme a una mano protectora. La penitencia que pago es no desayunar y aguantar hambre hasta que el cura da su pacífica despedida.

Ese mismo domingo –hablo del día especial en el que decido acercarme a la religión-, inspirada por la generosidad altruista que caracteriza a los creyentes, preparo una cena suculenta para mi familia. Así acerco también a los niños a las tradiciones; mi esposo es un caso perdido. La cena, inspirada y al estilo de las monjas de clausura, incluye sopa, dos ensaladas, cerdo, res y pollo, varios postres, café o té y vino tinto; si hay algo que admiro de las monjitas es su capacidad de combinar los votos de castidad con la sencillez a la hora de comer.

Para esa ocasión especial tengo en mi despensa una vajilla que heredé de la abuela y que ella compró en un anticuario. Se trata de DERBY RED AVES, un juego completo al estilo ROYAL CROWN. El servicio que presta es extenso; cafetera, recipiente para la crema, azucarera, mantequillera, diez platos planos, diez platos para ensalada, diez platos para sopa, dos candelabros y tres fuentes. Si hace falta hacerle honores a la tradición familiar y a la religión que sea con elegancia. Mayor información en la página Web www.caseantiques.com

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