Nuestras pretensiones en el ahorro de la luz, en ocasiones, se ven completamente mermadas por la repentina e inesperada memoria… ¿por qué solemos dejar las luces encendidas? A veces por descuido, a veces por cansancio, la cuestión es que la iluminación se paga cara y aunque queramos nunca nos acordamos de apagar.
¿Pero qué hacer? ¿Está todo perdido? Para que los y las olvidadizas podamos ahorrar energía y ser más consecuentes con el medio ambiente, y además dejar de perder el tiempo buscando el interruptor, recurrir a los detectores de movimiento es una genial idea. Estos se encargan de activar las luces –por medio de sensores infrarrojos- cuando detectan la presencia humana.
Es un buen consejo si queremos ahorrar en facturas; cuando salgamos de la estancia, los detectores apagaran las luces.
Estos artículos se pueden instalar tanto en interiores como en exteriores. Igualmente se pueden utilizar para organizar la iluminación en ciertas zonas de paso como pasillos, escaleras, puertas de acceso, garajes o espacios exteriores.
Asimismo ofrecen la posibilidad de regular la sensibilidad al movimiento –distancia y altura- y por supuesto el tiempo de duración de encendido y su intensidad.
El radio de acción puede oscilar entre 90 y 360º, de acuerdo a la ubicación. Por lo general se colocan sobre las paredes, donde pueden detectar un radio de 180º; ubicados en el techo pueden detectar un radio de 360º; la ubicación más usual es en las esquinas. Se recomienda colocar un sensor cada veinte metros cuadrados.
Evitar luces permanentemente encendidas en nuestro hogar, permitirán un gran ahorro en las facturas.